EL SUJETO Y SUS DOS MUNDOS ESCINDIDOS

En el quinto volumen de “Textos sin cuarto propio”, les compartimos un texto de Edna Rodríguez, quien a partir de una cita de Antonio Caso reflexiona sobre la posible deshumanización en la ciencia. Además se plantea una pregunta central sobre la relación entre los seres vivos y la conciencia humana, tema relevante para la filosofía.

Edna Rodríguez

Vamos a ponernos serios. La economía estudia las relaciones sociales de producción: las interacciones entre personas dentro de un régimen de producción establecido, fruto de un proceso histórico que no depende de nuestra voluntad. Es un mundo que ya existe, que ha sido producido y en el que estamos inmersos, condicionados y sujetos. Este régimen es el resultado de muchos otros anteriores y, aunque se ha actualiza, sigue vinculado a su futuro como una sociedad en constante formación y movimiento.


La sociedad, que no solo es estudiada por la economía, sino por otras ciencias también, no es simplemente un objeto dado. Está vivo, activo, consciente y presente, determinado, pero no caricaturizado, pues también es sujeto social determinante de su porvenir desde su presente, no como una suma de individuos aislados, sino como un organismo o sustancia viva conformada por personas que se relacionan entre sí en cuanto producen y se reproducen como sociedad. Sin embargo, quiero subrayar esta idea: mientras las personas sigan pensando individualmente, estaremos lejos de ser agentes de los cambios que deseamos voluntariamente.


Ahora bien, ¿cómo se armoniza lo que acabo de escribir con la siguiente cita?

Allí está el mundo de la ciencia, del cual se han quitado cuidadosamente los elementos de la personalidad. Es un mundo que no debemos tocar con nuestro sentimiento. Pero hay también el vasto mundo de lo personal para nosotros. No solo debemos conocerlo para hacerlo después a un lado, sino que debemos sentirlo, porque sintiéndolo nos sentimos a nosotros mismos. (Antonio Caso, 1985, Antología Filosófica, UNAM, p. 98)


Si me permiten interpretar la cita, puede que me sigan en la intuición de que el mundo de la ciencia parece estar limitado o incluso obligado a estudiar cosas acabadas, objetos con vida, pero sin conciencia, como las plantas. Quizá su objeto de estudio parezca algo vivo, pero al mirarlo de cerca, no lo es; carece de personalidad, o si la tiene, parece muerto (como las almas muertas, evocando a Gorki). Dejemos abierta la posibilidad de que las ciencias hayan dado por sentada esta imagen de nosotros mismos y que los científicos nos vean como algo acabado, previsible, sin conciencia, casi sin vida, abstractos. Así es como nos proyectan a nosotros mismos como sociedad, en una zona a-personal donde nadie siente escalofríos.

¿Quién querría ser científico bajo estas premisas? ¿O será que la ciencia es para los desalmados? Imaginemos, con su permiso, a unos desalmados que estudian a seres desalmados para desalmanizar la ciencia, que ya de por sí está desalmada, que describe o descubre un mundo desalmado. Sin embargo, mejor dejemos de lado esta especulación y nos enfoquemos en la categoría científica y filosófica de la “enajenación”. Aunque no es mi intención enajenarlos, quiero resaltar que esta división entre mundos que no se tocan sugiere que la ciencia estudia objetos sin relación con el mundo humano, sensible y consciente. Por ello, les pregunto: en nuestro presente, ¿realmente puede existir un ser vivo, como las plantas, o incluso un objeto abiótico, como las piedras calizas, que no guarde relación con nuestro mundo consciente? Se dice que el mundo en los océanos es aún desconocido para el hombre, pero incluso lo que no conocemos lo hemos tocado, como sociedad que ha roto el equilibrio ecológico y el ciclo natural del agua. Así que, ¿qué cosa o ser vivo, incluidos nosotros, aún no está siendo afectado por la forma como nos relacionamos en sociedad?


La “afectación” es el término clave aquí. Es el proceso y resultado de recibir una acción que ejecutamos y que luego se vuelve contra nosotros, nos perjudica y nos atañe. Además, según su etimología, “afectación” implica una acción que finge interés por nosotros, una acción fingida, presuntuosa, teatral, que oculta su desinterés y su insensibilidad por el efecto real y dañino que tiene.

Tal vez como el científico o la empresa que finge interés por su objeto de estudio o de mercado, pero cuyo interés tiene otras intenciones ocultas que nos afectan a nosotros y a nuestro entorno. O tal vez todos estén fingiendo interés por nosotros y nuestro medio, mientras que, en realidad, hacen lo contrario de lo que sus palabras dicen o desean.

Lo que la cita parece dibujar es la misma división interna en la que estamos escindidos, y por eso esos dos mundos son la forma externa en la que está dividida la sociedad: por un lado, el mundo material que trabajamos y producimos, y por otro, los individuos aislados que desconocen los actos que han llevado a la creación de este mundo, que nos resulta extraño y ajeno. Este mundo, de hecho, solo nos pertenece en parte, pues el resto es privado, exclusivo, un mundo existente que es cruel y diferente de nuestras ensoñaciones y de nuestro mundo personal.

Lo dejo aquí para que cada lector vuelva a leer la cita y reflexione con cuidado, sin desdibujar los rasgos de su personalidad como fuerza creativa y trabajadora. Busquen su propia armonía en la reivindicación de las ciencias que estudian a la sociedad y su relación con su entorno, no solo como el resultado afectado o el objeto desalmado de este mundo material tecnificado, sino como el sujeto consciente y determinante de la acción y de su porvenir.

Edna Rodríguez Salas (Puebla, 1979). Es licenciada en Economía por la BUAP y cursó la Maestría en Filosofía en el área de Ontología en la UNAM, ha escrito en diferentes revistas y coordina el Círculo Rojo de Lectura desde 2019.

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