LA ILUSTRACIÓN Y EL ROMANTICISMO. PARA DAR CONTEXTO A HEGEL

En esta ocasión presentamos el texto de Edna Rodríguez, quien es coordinadora del Círculo Rojo de Lectura (2019) en Puebla. En esta entrada propone una introducción al pensamiento de Hegel, la cual hace referencia a la oposición dialéctica entre la pluralidad cultural del imperio prusiano y la búsqueda de conocimiento universal. En el texto el…

Kant es reconocido como la voz filosófica de la Ilustración que se condensa en una vieja frase antigua, ¡Sapere aude!, acuñada originalmente por Horacio en un contexto diferente, aunque para el filósofo moderno representa, textualmente, una provocación: atrévete a pensar, todo un desafío para los individuos que siempre -o casi siempre- han usado su inteligencia bajo la tutela de otros, de manera que este reto bien podría sustituirse por otro más: confía en ti mismo.

Así pues, centrándose en el individuo, el autor del libro ¿Qué es la Ilustración? (1784), propone que, activemos nuestra propia inteligencia mediante la liberación de toda determinación externa que nos impide confiar en nuestra propia capacidad de pensar, haciendo a un lado la religión y la vigilancia de las buenas costumbres, así como los designios que hemos aceptado desde nuestro nacimiento, establecidos por nuestra clase social, etnia, raza, género, edad, separando, en general, cualquier otro factor que vaya en contra de hacer valer nuestra razón, en la sociedad en la que estamos puestos.

Con estas premisas, Kant logró cautivar a Napoleón, pero no a sus coterráneos, cumpliendo con el refrán de origen bíblico de que nadie es profeta en su propia tierra, lo cual es mucho más comprensible si conocemos un poco de su contexto histórico. Para usar una analogía que nos haga sentido con el pasado -en un territorio como lo era el imperio germánico en el siglo XVIII-, podemos trasladarnos al presente cuando decimos que “México es un mosaico cultural” o “un mosaico de contradicciones”, haciendo referencia a que no somos un solo México, sino muchos.

Pues bien, creo que esto nos permite imaginar que el Sacro Imperio Romano portaba un nombre, por el peso de los siglos, que no correspondía con su realidad, pues ya no era sacro, ni un imperio, ni romano, sino más bien, estaba dividido en cerca de 200 principados con características culturales muy marcadas que mostraban, en efecto, la diversidad cultural, pero también el rechazo a lo diferente al tomar cuerpo en algo hostil para con su propia personalidad cultural, por consecuencia, la misma composición histórica y cultural de aquellos principados, estaba muy lejos de lograr toda una integración y unidad como la que percibían -y contrastaba- bajo el manto de la grandeza de Francia.

Puede notarse entonces cómo hemos llegado a la conclusión, por lo menos aparente, de que la identidad cultural puede ser una determinación negativa para el uso de la inteligencia, tan pronto como lo que buscamos, clara o subrepticiamente, es enaltecer nuestra propia personalidad por encima de la de los demás, subyugando al otro y a la razón, como lo hace Napoleón, que, como hombre de acción, no sólo enalteció el poderío francés al derrocar cada una de las fronteras, extendiendo su propio Imperio, sino que avasalló a los pueblos vencidos.

Tal vez esto último llame la atención del lector porque, a partir de una idea tan ilustrada, como atrévete a pensar o confía en ti mismo, en un contexto de conquista, carece de razón, pues parece que nos conduce justo al extremo que no queríamos tocar: libérate, para luego, así, subyugarte.

No deja de ser interesante, cómo es que a partir de las ideas de Kant, en particular ésta, ¡Sapere aude!, el romanticismo aparece y surge donde aparentemente domina el caos y las diferencias, siendo una respuesta que se contrapone a los conceptos del racionalismo, no como una corriente irracional, sino como una contraposición a su principal premisa, que de alguna manera sostiene que la intuición y la emoción emanadas de nuestra cultura son algo negativo, como si hubiera, pues, que deshacerse de ellas para poder tener un sano juicio, y lo que sugiere, entonces, es lo opuesto: frente a la razón, anteponer nuestra pasión; al entendimiento, nuestra imaginación; a la ciencia, dar rienda suelta al arte y a la poesía.

Frankenstein (1818), escrito por una mujer (aunque en secreto en el año en que se publicó), es quizás la obra cumbre del romanticismo, porque muestra al ser humano racional como el sujeto que, con su ciencia, ha producido un objeto que cobra vida, pero que, al aterrorizarlo y escaparse de su control, lo ve como algo ajeno y horripilante que debe quedar a la sombra, sin reconocerse a sí mismo (el ser racional y culto) como el auténtico monstruo.

Este recorrido histórico, des,de la Ilustración hasta el Romanticismo, nos ayuda a penetrar en la aparentemente impenetrable Fenomenología de Hegel (1807), en especial, porque es el filósofo que le da valor a la antigua dialéctica al saber mirar este movimiento de ambas posiciones como dos esferas irremediablemente en contradicción, que se niegan una a la otra, imposibilitando su integración positiva, como causa y efecto de manera bidireccional, como una unidad que en movimiento puede llegar a estar en armonía, entre razón y cultura, siendo esta última una determinación externa positiva para la libertad de pensamiento, y esta, a su vez, como palanca y determinación interna para el desarrollo de su cultura. 

Hegel dio un paso adelante en este proceso, y hoy en día, nos hace pensar que nuestra vida interior, inclusive cuando en su exterior está condicionada por la pobreza material y cultural, puede centrarse en la razón universal, y no en el yo individual, como palanca para transformar el mundo exterior hostil en el que estamos puestos y condicionados.

Si te interesa saber más sobre este tema, podrías comenzar con:

McNabb, D. M. (2017, 07 diciembre), “Hegel y la fenomenología del espíritu, pt. 2/18”, YouTube. https://youtu.be/7HHJbbiMFm0?si=3HPoSCyMFVZHus4H

Liria, C. (2021, 16 mayo). “La herencia socrática: La Ilustración | cap 15 (Sócrates y Platón). YouTube. (Hipervínculo: https://www.youtube.com/watch?v=6kRYo916b1Y )

García-Jurado, F. (2020, 10 abril). ¿Atrévete a saber, o a tener juicio? “Sapere aude” y el mito del conocimiento. Reinventar la Antigüedad. Hypotheses. (Hipervínculo: https://clasicos.hypotheses.org/6808 )

Badía, E. (2023, 24 marzo). Emmanuel Kant y Napoleón Bonaparte. Tres mil, suplemento cultural. (Hipervínculo: https://www.diariocolatino.com/enmanuel-kant-y-napoleon-bonaparte/ )

Edna Rodríguez Salas (Puebla, 1979). Es licenciada en Economía por la BUAP y cursó la Maestría en Filosofía en el área de Ontología en la UNAM, ha escrito en diferentes revistas y coordina el Círculo Rojo de Lectura desde 2019.

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